El saber de la Ciudad: La crisis como nueva normalidad, y la misión de la Ciudad

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En ocasiones, las palabras parecen tener una vida propia. Por un lado, permiten señalar los hechos de la realidad que nos rodea; por otro, pueden dificultar la comprensión de las relaciones entre esos hechos, sobre todo si están referidos a la construcción del mundo futuro antes que a la reproducción del mundo de ayer.

Esa vida de las palabras se expresa en la coexistencia de los diversos mundos que hacen parte de nuestra vida cotidiana. Para el sentido común de la mayor parte de las personas, por ejemplo, la educación, la investigación y la innovación son actividades que tienen sentido por separado. Para la Ciudad, en cambio, se trata de componentes distintos de una misma actividad, a la que llamamos gestión del conocimiento, cuyo sentido se ubica en un futuro que aún está en construcción.

Normalidad y crisis, por otra parte, nos parecen a primera vista hechos distintos, y aun contradictorios entre sí. En efecto, lo que consideramos normal es un estado de equilibrio relativo, que sin embargo surge de la crisis de una normalidad anterior. Así, la gran crisis provocada por la Guerra de los Mil Días dio lugar al paso de la normalidad de nuestra antigua vinculación a Colombia a la de una República nueva, con sus propias contradicciones y conflictos.

Hoy, al hablar de una nueva normalidad, reconocemos – quizás sin saberlo – que la anterior ha entrado en una crisis que abarca al mundo entero, por lo cual depende de interacciones de una complejidad superior a las capacidades de entendimiento del sentido común. Eso es tanto como decir que hemos ingresado en el proceso de crear una normalidad nueva, con sus propios equilibrios y sus propias reglas de vida cotidiana.

Así, por ejemplo, en esa normalidad se comprenderá sin dificultad que la salud no es únicamente la ausencia de enfermedad en las personas. En efecto, la enfermedad y la muerte son hechos naturales que compartimos con todas las formas de vida, pero la salud es un producto del desarrollo social de nuestra especie, los humanos.

La pandemia que hoy combatimos, por ejemplo, fue difundida con gran rapidez por los modernos medios de transporte, y está siendo encarada por las capacidades de investigación, innovación y organización que la Humanidad ha llegado a crear. En esa perspectiva, es tan útil como necesario comprender además en qué medida nuestra especie ha sido responsable del origen y desarrollo de la pandemia global.

Esa tarea resulta más sencilla si se dispone de un marco de reflexión que nos permita entender mejor el vínculo entre la especie humana y su entorno natural. Al respecto, dice el filósofo japonés Kohei Saito que todas las criaturas vivientes “deben pasar por una constante interacción con su ambiente si van a vivir en este planeta”. [1]

A respecto, añade, el conjunto de todos estos procesos incesantes genera un proceso metabólico incesante, caracterizado por “transformaciones e intercambios entre substancias orgánicas e inorgánicas a través del proceso de producción, consumo y digestión tanto al nivel de los individuos como al de las especies”. En el caso de los humanos, dado el carácter social de nuestras relaciones con la naturaleza a través del trabajo, este proceso general adquiere el carácter particular de un metabolismo sociedad – naturaleza.

De este modo, la crisis sanitaria generada por la pandemia hace parte de la fractura de esa relación metabólica derivada de las formas que ha venido adoptando nuestra relación con la naturaleza a lo largo de los últimos tres o cuatro siglos. Esa relación histórica con la naturaleza ha dado lugar a crecientes factores de riesgo en el metabolismo sociedad – naturaleza a escala planetaria, entre los cuales destacan el colapso de ecosistemas, la pérdida de biodiversidad, la contaminación masiva de las aguas, las tierras y la atmósfera, el incremento de eventos naturales extremos y, coronando ese conjunto, el calentamiento global y el cambio climático.

El incremento del riesgo de pandemias globales había sido advertido desde tiempo atrás por especialistas en Europa, Asia y Norteamérica, debido tanto a que el colapso de ecosistemas facilitaba el incremento del contacto entre los humanos y otras formas de vida patogénicas, como a la creciente aglomeración de nuestra población en grandes centros urbanos. Factores de riesgo como esos no desaparecerán una vez superada la pandemia de COVID-19 con los medios actualmente a nuestra disposición.

En verdad, la pandemia no ha creado la crisis: tan solo la ha detonado. Mientras los factores así detonados en lo social, lo económico, lo ambiental y lo político no sean sometidos a control mediante un vasto esfuerzo mundial de innovación tecnológica, social y política, la crisis podrá ser atenuada, pero no resuelta.

Entretanto, la crisis será la nueva normalidad. Tal es el entorno en que deberá actuar la Ciudad en los años por venir. En ese entorno, su misión es más importante que nunca, a la creciente claridad de la visión que nos orienta. Tales son los riesgos que compartimos con nuestros semejantes; tal, la oportunidad que tenemos para servirlos.

Ciudad del Saber, Panamá, 22 de enero 2020
Dr. Guillermo Castro, Asesor Ejecutivo de la Fundación Ciudad del Saber

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1. Capital Nature, and the Unfinished Critique of Political Economy (2017: 63). Monthly Review Press, New York.

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