
La FICR y su visión de una América resiliente
Cooperación y solidaridadEl Director Regional de la Federación Internacional de la Cruz Roja y Media Luna (FICR) para América y el Caribe lleva los valores de la organización en las venas, en el corazón y en la cabeza. Walter Cotte es ingeniero y administrador de formación, pero ha estado involucrado con la Cruz Roja desde que era un niño. Se inició en ella a los diez años gracias a su madre, quien pensaba que esta sería una forma positiva de ocupar a un niño sumamente inquieto.
Lo que comenzó así, pronto se convirtió en una vocación; desde muy temprana edad, Cotte recibió una lección indeleble y fundamental en su historia de vida: en sus propias palabras “se puede ser feliz haciendo felices a otros”.
Con amplísima trayectoria dentro de la Federación – donde ha ejercido como rescatista, en proyectos especiales, procesos de paz, saneamiento y diferentes misiones en varios países a nivel global – Cotte conoce la región latinoamericana como pocos: por supuesto, a nivel geográfico, pero sobre todo, a nivel humanitario.
La Federación apoya a 35 países de la región desde Panamá a través de una presencia que cumple dos funciones: por un lado, desde Ciudad del Saber, opera la administración y gestión, coordinando desde aquí para todas las Américas; y por otro lado, cuenta en el istmo con un moderno centro logístico global – uno de cinco en el mundo y el primero de su clase en empezar a funcionar – desde donde se brinda ayuda, despachando insumos para situaciones de emergencia y coordinando logística, no solo para los países de la región, sino para todo el mundo.
Cotte nos recibió en su oficina, en el edificio 224 de Ciudad del Saber, un lugar donde, en su opinión, confluye “mucha ciencia, pero también mucha práctica”. Lo primero que salta a la vista en su lugar de trabajo es que las paredes están enteramente cubiertas de anotaciones en colores y mapas detallados de la región; este collage no es más que su plan de trabajo, con tareas, responsables y sobre todo, metas en desarrollo y estrategias en constante evolución. La hoja de ruta siempre a la vista.
En esta conversación con Sapiens, el colombiano de 60 años nos comparte su visión sobre las necesidades humanitarias de nuestro continente, analiza dónde están nuestras vulnerabilidades y fortalezas, las consecuencias del cambio climático en la región y cómo nos podemos preparar para los retos que tenemos por delante.

Usted ha viajado ampliamente a lo largo y ancho del continente, trabajando directamente con poblaciones vulnerables en crisis humanitarias. ¿Cuál es su evaluación de la situación actual en Latinoamérica? ¿Podemos identificar tendencias?
Considero que América tiene tres problemas fundamentales, cuyos efectos vemos en tres áreas. Por un lado, existe un fenómeno migratorio, una fuerte presión de movilidad humana y además, de dificultades en el manejo de la violencia, ambos muy graves en la región y que se han visto exacerbados en el último año. El panorama es el siguiente: 23 países de la región son impactados por la migración de alguna manera; de esos, 14 están recibiendo volúmenes de migrantes mucho más grandes que los que han recibido en los últimos diez años. Y de esos 14, ocho están enfrentando situaciones graves de conflicto interno y disturbios.
El segundo tema clave tiene que ver con el cambio climático y los riesgos y vulnerabilidades que nos afectan producto de estos extremos climáticos. En Latinoamérica, el mayor riesgo es el de inundaciones, pero también están, particularmente, en la zona media de nuestro continente, los riesgos de huracanes y trombas marinas. En el otro extremo, tenemos lo opuesto a esto: sequías e incendios forestales; también están los sismos, todo lo cual hace del continente una región muy compleja.
El otro tema por resolver que nos afecta tiene que ver con el agua y el saneamiento. La quinta parte de la población de Latinoamérica no tiene letrinas ni buenos sistemas de agua y saneamiento. No estamos hablando de cualquier pequeño grupo: somos mil millones de personas y es realmente alarmante que 200 millones de personas en nuestra región sufran esta situación.
¿Qué tanto influye el factor humano en este panorama de riesgos latentes para la región?
Está íntimamente ligado. Detrás de todo esto hay temas relacionados estrictamente al comportamiento humano: la ignorancia (negar problemas que son reales), la indiferencia (además de negarlos, no hacemos nada para ayudar) y la inacción (sabiendo esto y viendo los efectos, nos mantenemos impávidos). Todo esto no hace sino acelerar el deterioro y la vulnerabilidad. Algún día, esas mismas personas que no han hecho nada van a ser gravemente afectadas por estas mismas situaciones, la vulnerabilidad en el globo terrestre no es parcial.
¿Cómo mantenerse positivos y movilizándonos ante situaciones tan graves?
Para mí ser positivos es un efecto normal de ser humanos. Somos una entidad imparcial y humanitaria, basada en voluntarios y nuestra energía nace de 14 millones de voluntarios directos y unos 80 millones de seguidores indirectos de la organización. Somos solidaridad en acción y tenemos la obligación de ser útiles al continente, siempre. Para mí, el positivismo nace de esos momentos en los que vemos voluntarios y voluntarias en todo el mundo que de la nada, y muchas veces sin nada, hacen mucho por los demás.
Y no solo hablo de la Cruz Roja, pasa en otras organizaciones y a toda escala: el voluntariado es una fuerza humanitaria enorme que genera alegría y te carga de positivismo, porque ves todos los días que la gente es recursiva y te sorprende de maneras increíbles siendo felices y haciendo felices a otros.
A pesar de que en América enfrentamos estas taras que comentamos, estas no logran todavía – y espero que nunca lo logren – acabar con la potencia positiva y la tendencia inmensa de la gente solidaria de nuestro continente.
¿Cómo enfrenta la Federación todos esos problemas?
Lo primero es informar. La información tiene que ser conectada, analizada y utilizada de una manera técnicamente correcta, pero también humanamente correcta – respetando las poblaciones y los derechos de la gente. Pero es absolutamente vital porque nos ayuda a ver las amenazas de manera mapeada, así como las oportunidades, a influir, a concientizar.
Por ejemplo, ¿cómo sensibilizar sobre cosas relevantes e importantes para una población? Tienes que adaptar el mensaje a la población y al contexto, responder a las necesidades de la gente. Queremos hacer un sistema de información múltiple y abierto, y esto lo hacemos con el apoyo de la ONU, los gobiernos y las universidades.
Lo segundo que hacemos es contar con sistemas integrados en la región de tipo hub. Esta es una solución interesante porque tiene que ver con la información, pero también con investigación y desarrollo, con generar conocimiento para la causa humanitaria. Por otro lado, implica educar, sensibilizar y masificar el conocimiento, así como hacer coordinación y desarrollar logística. En tercer lugar, la Federación procura también trabajar con líderes voluntarios y gente que está en lo local.
Por eso estamos en 9,600 municipios en América; tenemos una red humana muy fuerte porque las cosas ocurren en lo local. De igual manera, buscamos entrenar intensamente a las personas para tener una respuesta cada vez más veloz; para ello tenemos un proceso acelerador del voluntariado de liderazgo. También hacemos advocacy o diplomacia humanitaria para actuar y resolver: hablar con los Estados y gobiernos para apoyarlos en diferentes proyectos, salud, emergencias por la violencia, junto con las cruces rojas de la región. Somos una máquina que se moviliza en serio para atender a la gente.

¿Y qué camino ve que podemos trazar para atacar estas vulnerabilidades antes de que se vuelvan crisis humanitarias?
Tiene que ver con algo que estamos haciendo, que es crear una conciencia de inversión para el futuro: es decir, invertir en paz, desarrollo y prevención. Tenemos una responsabilidad muy grande en ese sentido. Además, cada dólar invertido en prevención, nos ahorra siete o diez dólares en el futuro, hasta 14 o 20 en otros países. Entonces, ¿por qué no invertir ahora y evitar catástrofes a futuro?
La ONU ha declarado que el número de crisis humanitarias a nivel mundial está creciendo debido, parcialmente, al cambio climático. Este es un problema global, pero ¿cómo nos afecta localmente?
A veces solemos enfocarnos mucho en el análisis global, pero también hay que pensar en que para ayudar a lo global, hay que resolver lo regional y así contribuir con una solución más ampliada. El cambio climático es un factor de aceleración de los problemas que tenemos en América, ¡incluyendo la violencia!. Lo curioso es que ha generado tensiones por interpretaciones muy convenientes políticamente, pero que en realidad no tienen nada que ver con las comprobaciones científicas y con lo que se constata en las comunidades. Por ejemplo, negar que el agua está subiendo de nivel en las islas del Caribe, es como negar que el agua moja. Todo el mundo está viendo cómo se incrementan los incendios forestales y su impacto, cómo se están reduciendo los glaciares de América. Esta configuración hidro-meteorológica está gravemente afectada por el cambio climático.
¿Qué nos hace falta a nivel región para avanzar?
Pienso que la región está obligada a controlar sistemáticamente, con fuerza y consistencia todo lo que ocurre en narcotráfico, violencia, delincuencia y corrupción. Esto le quitaría piso a los demás temas. Tenemos que obligar ese proceso virtuoso para cambiar las cosas y avanzar.
Una configuración nueva del imaginario colectivo con buen liderazgo positivo. Ojalá que nuestros estudiantes saliendo de la universidad les llame la atención trabajar con el Estado porque es una manera de servir a la sociedad y no por otras razones. Los Estados deben ser eficientes y producir servicios para las personas. También nos hace falta más equilibrio de género en la región, incluir a la mujer más; desde la Federación lo promovemos muchísimo. A pesar de los estigmas, siento que en Latinoamérica estamos encontrando soluciones a nuestros obstáculos, desde la perspectiva femenina de la vida y más amplia de género.
¿Y Panamá? ¿Qué perspectiva tiene del país y de qué formas concretas operan aquí?
Digamos que Panamá es, en varios aspectos, un paraíso rodeado de muchos fuegos. Entonces es imperativo que conozcamos qué riesgos reales tenemos, porque sí los hay, y, en consecuencia, generar un proceso de conciencia, de educación, para proteger nuestro país y los recursos tan valiosos que tenemos. Los tangibles como el agua, la biodiversidad, la masa vegetal, pero también intangibles como la paz, una educación democrática, la inclusión y la estabilidad de la nación.
En un país como Panamá, el cambio climático, agua y saneamiento, por ejemplo, deberían ser proyectos bandera para continuar creciendo positivamente. Al atender estos problemas reduces morbilidad, estás criando niños con mayor capacidad de crecer y entender y generando equidad y oportunidades. Tanto aquí como en la región es muy valioso proteger, además, al voluntariado y a los líderes comunitarios: que esas personas tengan voz fuerte en las decisiones de país. Fortalecer el buen liderazgo, potenciar la educación y transparencia basada en las realidades de las comunidades.
La Federación está aquí para apoyar a la Cruz Roja Panameña y, a través de ella, a los sistemas nacionales, la logística del Estado cuando sea necesario desde el hub logístico, la parte tecnológica, de capacitación y educación; la protección de la vida, los sistemas humanitarios, de salud y de gestión de riesgo.
¿Qué ha aprendido usted luego de una vida entera dedicada al trabajo humanitario?
Pienso en eso todos los días y para mí, significa nunca rendirse, luchar siempre. No me parece correcto rendirnos. Los seres humanos no debemos darnos por vencidos, a pesar de que las condiciones sean muy malas.
Estamos aquí para eso: para solucionar problemas. Lo otro es: siempre ser positivo; debemos luchar para que el aspecto positivo de las cosas se vea y se amplíe. Lo que hacemos en la Cruz Roja es hacer el bien y hacerlo bien, pero siempre con la idea de poder replicarlo en otras partes del mundo, masificando el beneficio para muchas personas.
“Nosotros soñamos con que en América haya mil millones de personas resilientes”. Walter Cotte

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