El saber de la Ciudad: Para un saber tecnosocial

Fundación

Cada una de las revoluciones industriales del pasado tuvo consecuencias sociales y ambientales que no estaban previstas en los motivos del proceso de cambio tecnológico que les dio origen. Así, la primera utilizó la energía del vapor para mecanizar la producción, y dio lugar a la pobreza urbana masiva que inspiró la obra de Charles Dickens. La segunda aplicó la energía eléctrica a la masificación de la producción, incorporó la noche a la jornada laboral, profundizó el antagonismo entre progreso urbano y el atraso rural, y amplió las migraciones masivas del campo a la ciudad. La tercera, por su parte, utilizó las tecnologías de la computación para automatizar los procesos productivos, ampliando en el proceso, la brecha entre la producción industrial masiva y la que daba servicio a las necesidades de mediana y pequeña escala a mercados locales y regionales.

Todas ellas tuvieron sin duda consencuencias positivas también, expresadas por ejemplo en la ampliación de la esperanza de vida al nacer, la educación elemental masiva, el progreso en la salud pública y la conquista de derechos sociales por parte de los trabajadores y las mujeres. Al propio tiempo, todas contribuyeron a abrir paso a la crisis ambiental que encaramos hoy, en la medida en que incrementaron el consumo de combustibles fósiles, la demanda de materias primas y alimentos, la expansión de las áreas urbanas, el aumento sostenido en la producción de desechos, y la contaminación de la atmósfera, la tierra y las aguas.

Hoy hemos ingresado en la primera fase de una nueva revolución industrial, generada por innovaciones tecnológicas que afectan todos los aspectos de la vida, desde el papel del trabajo en el desarrollo humano hasta nuestras formas de convivencia social y con nuestro entorno natural. Al respecto, un informe del Foro Económico Mundial sintetiza así los cambios en marcha, que “pueden resultarnos abrumadores si no trabajamos juntos para comprenderlos y manejarlos”.

Avances revolucionarios en inteligencia artificial, robótica, Internet de las Cosas, vehículos autónomos, impresión 3D, nanotecnología, biotecnología, ciencia de materiales, almacenamiento de energía y computación cuántica están redefiniendo industrias enteras y creando de cero otras nuevas,[todo lo cual] supone un cambio fundamental del modo en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. [1]

Esta acumulación de cambios ya genera un proceso de transformación que nos lleva desde una época de cambios a un cambio de épocas, cuya dirección demanda nuevas formas del pensar, que nos faciliten comprender la relación entre los problemas del avance tecnológico y la productividad económica, y sus efectos “sobre la gente, las comunidades y el medioambiente.” Al respecto, el Informe señala “cuatro principios deben guiarnos en la definición e implementación de políticas” para encarar esta circunstancia.

El primero de esos principios consiste en pensar en sistemas, no en tecnologías aisladas, prestando especial atención a las formas de interacción entre “fuerzas tecnológicas, sociales y económicas divergentes”, para “determinar y predecir los cambios posibles en las empresas, la sociedad y la economía.” El segundo demanda oponernos a la visión fatalista según la cual el progreso está predeterminado, para enfatizar en cambio la necesidad de la educación y el empoderamiento de comunidades e individuos “para que dominen las tecnologías con fines productivos, en vez de ser dominados por ellas al servicio de fines ajenos”.

El tercer principio, por su parte, plantea la necesidad de diseñar tecnologías y sistemas nuevos con visión de futuro, en vez de aceptar sin más los cambios según aparezcan. La integración de las tecnologías transformadoras en los sistemas sociales y económicos, se añade, “demandará una estrecha colaboración entre las partes interesadas, en el gobierno, la industria y la sociedad civil”, pues de lo contrario “nuestro futuro se definirá por el devenir de las circunstancias en vez de nuestro juicio colectivo”.

Finalmente, el cuarto y último principio plantea la necesidad de entender que las consideraciones sociales y éticas “no son una molestia que sea preciso superar o anular”. Por el contrario, se añade, “nuestros valores compartidos deben ser el elemento central de todas las tecnologías nuevas”, pues la inversión en tecnologías innovadoras “sólo se justifica si contribuyen a un mundo más seguro e integrado”.

Ninguno de los sectores participantes en un proceso como éste puede enfrentar por sí solo los desafíos de esta nueva revolución sociotecnológica. Esto hace obligante para todas esas partes definir las formas de gestión necesarias para orientar las transformaciones en curso hacia propósitos correspondientes al interés general de sus sociedades. Así, mientras la comunidad empresarial adelante la creación de “un entorno en el que las tecnologías se desarrollen y apliquen en modo seguro, y sin perder de vista las consideraciones sociales”, los gobiernos “deben participar activamente en la introducción de las innovaciones en la sociedad”, colaborando con “los tecnólogos y emprendedores que impulsan la revolución, para no quedarse atrás.” Y la ciudadanía en general, por su parte, debe ser informada e incorporada al planteamiento y la solución “de las nuevas cuestiones que surjan de la compleja interacción entre la tecnología y la sociedad”.

Para la Ciudad, esta visión de la Cuarta Revolución Industrial tiene un doble significado. Por un lado, la Ciudad fue concebida a fines del siglo XX en el ánimo de encarar la gestión del conocimiento en una dirección que vinculaba el cambio tecnológico con el desarrollo social. Por otro, aquel propósito se sustentaba en una visión que resaltaba la complejidad de los desafíos planteados por la integración del Canal a la economía interna, y frl país al mercado global.

Estas ideas han ganado en amplitud y comlejidad en nuestra sociedad, confirmando lo fundamental de las previsiones que animaron a nuestros fundadores. Eso nos plantea a todos el reto de llevar nuestro pensar a un nivel de complejidad correspondiente a nuestros logros y nuestros tiempos. La necesidad de hacerlo está definida en nuestra visión, como nuestra misión indica la forma de lograrlo. Y el medio más adecuado para el desarrollo de ese pensar correspondiente al mundo que viene consiste en empezar por la transformación de nuestra experiencia en conocimiento que podamos aportar a la definición de la sociedad que deseamos llegar a ser, con todos y para el bien de todos.

Ciudad del Saber, Panamá, 23 de octubre de 2020
Dr. Guillermo Castro, Asesor Ejecutivo de la Fundación Ciudad del Saber

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1. Klaus Schwab, Founder and Executive Chairman, World Economic Forum

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