El saber de la Ciudad: La opción de la Ciudad

Fundación

El debate sobre el curso a tomar por el país una vez superada la etapa de control de la pandemia COVID-19 gana en importancia día con día. Si bien la primera iniciativa ha sido asumida por organizaciones empresariales y especialistas en economía, negocios y áreas afines, otros sectores – como el ambientalista y el universitario – se suman día con día.

Todos los participantes coinciden en que el país va ingresando en una situación nueva en su historia. Al propio tiempo, y como es natural, cada sector evalúa esa situación desde la perspectiva de sus propios intereses. Así, el verdadero desafío consiste en integrar esas visiones diversas en una que exprese el interés general de nuestra sociedad.

La Ciudad tendrá una peculiar oportunidad de servir al país en esa tarea. Nadie, en efecto, podría decir que no encuentra lugar para sí en la tarea de crear una sociedad próspera, equitativa, democrática – y por todo ello, sostenible. Muchos, además, coincidirán en que una comunidad innovadora que incorpore los aportes de la cultura empresarial, la ciencia y la tecnología desde una perspectiva humanista para encarar problemas locales de alcance global, será una valiosa herramienta en esa creación.

En esa perspectiva, será útil que los colaboradores de la Ciudad dispongan de una herramienta de análisis que facilite la integración de los resultados del diálogo, y cuenten con una visión común sobre el desafío local que nos plantea a todos esta crisis global. Esa herramienta de análisis, por ejemplo, puede ser elaborada a partir del concepto de «condiciones de producción», que en su momento elaboró el economista norteamericano James O’Connor.

Para O’Connor, todo proceso productivo requiere de condiciones naturales, sociales, territoriales y – agregaríamos nosotros – institucionales, cuya producción y regulación corresponde en primer término al Estado. Así, la creación de las condiciones naturales de producción debe asegurar el acceso a los recursos naturales; la de las condiciones sociales, la formación de una fuerza de trabajo adecuada; las territoriales deben generar la organización del espacio adecuada para la actividad económica y la vida social, y lasinstitucionales deben garantizar la coherencia entre esas condiciones y el desarrollo de la sociedad.

De momento, la mayor parte de las propuestas en el debate nacional se refieren a las condiciones institucionales y territoriales – y en menor medida sociales – vinculadas a los problemas de lo que nuestra visión define como la prosperidad. En cambio, los problemas relacionados con la equidad, la sostenibilidad y la democracia han recibido hasta ahora una atención mucho más limitada.

Por otra parte, las primeras propuestas enfatizan la necesidad de incorporar innovaciones tecnológicas y nuevas formas de organización del trabajo para incrementar la rentabilidad de la plataforma de servicios globales de Panamá. Sin embargo, no abordan los problemas relativos a la participación de la ciencia, la innovación tecnológica, el emprendimiento y el cambio social en nuestro país. Esto deberá ser incorporado por otros sectores de la vida nacional en la medida en que se vayan sumando al debate.

Esta carencia inicial no es el mero resultado de una diferencia de visión o de opinión. Por el contrario, tiene un significado histórico que debe ser considerado, si se desea incidir en el debate nacional.

El país ha debido encarar desde fines del siglo XX una circunstancia sin precedentes en su historia: el doble proceso de integración del Canal a nuestra economía interna, y de esa economía a las transformaciones en curso en el sistema mundial. Ambas vertientes de ese proceso han generado ya importantes cambios en la vida nacional. El problema que encaramos hoy, es el de generar las transformaciones que esos cambios han hecho posibles, de un modo que abra paso al desarrollo humano que nuestra población demanda.

La pandemia, en efecto, ha detonado una crisis de relación entre lo local y lo global que nos ha conducido a una situación de crecimiento económico incierto, inequidad persistente, degradación ambiental progresivo y deterioro institucional creciente que ha caracterizado al país a lo largo de la última década. Así las cosas, persistir en lo local o dejarse llevar simplemente por lo global no constituye una opción verdadera.

La otra opción, correspondiente a las transformaciones que emergen en el país por iniciativa de su propia gente, es la glocalización. Se trata, aquí, de crear un entorno nuevo, que nos permita crecer con el mundo para ayudarlo a cambiar. Venimos de una circunstancia en la que el espíritu de la imitación predominaba al punto de restringir el despliegue de nuestras capacidades para crear nuestras propias opciones.

Esa circunstancia es la que ahora ha entrado en crisis. El tiempo es de innovadores, en el hacer como en el pensar, que comprendan la importancia de su labor para facilitar el cambio social y contribuir a un desarrollo que sea sostenible por lo humano que llegue a ser, con la participación de todos, y para el bien de todos.

Ciudad del Saber, Panamá, 15 de mayo de 2020
Dr. Guillermo Castro, Asesor Ejecutivo de la Fundación Ciudad del Saber

Comparte esto