
El saber de la Ciudad: La Ciudad en un mundo de transición
FundaciónLa pandemia ha creado una circunstancia en que se condensan entre sí, y se aceleran mutuamente, todos los factores que venían anunciando una crisis en el sistema mundial como en cada una de las sociedades que lo integran. Esa crisis expresaba las crecientes dificultades que encontraba ese sistema para transitar hacia formas nuevas y más complejas de desarrollo, desde la degradación ambiental hasta el deterioro de la institucionalidad en los Estados que lo integran, pasando por el hecho de que si bien el porcentaje total de la población mundial en condiciones de pobreza tendía a disminuir, nunca habían sido tan grandes las diferencias en la distribución de la riqueza.
De todo esto se tenía conocimiento, por supuesto. Sin embargo, la transformación de ese conocimiento en un saber capaz de orientar de manera nueva las expectativas, las esperanzas y las conductas sociales masivas marchaba con extraordinaria lentitud, a falta de un catalizador adecuado. Antes habíamos conocido procesos así – entre 1968 y 1973, por ejemplo, cuando un ciclo de movilizaciones antisistémicas recorrió las Américas, Europa y Asia -, cuyos catalizadores habían sido de orden social y político. Sin embargo, en esta ocasión fue biológico, en cuanto el factor detonante fue un virus y no una serie de huelgas masivas, o una cadena de golpes de Estado.
Así, casi de súbito en apariencia, la realidad nos reiteró una vieja verdad, que ya conocíamos, pero no ejercíamos. La enfermedad y la muerte, en efecto, son hechos naturales – que afectan a los propios virus, por ejemplo -, mientras que la salud es un producto social que se construye a través de decisiones de política.
El caso es que las decisiones de política en materia de salud que se habían venido tomando en el mundo desde hacía unos treinta años habían priorizado la atención a la enfermedad antes que la producción social de la salud. Con ello, los sistemas de atención – y en particular los estatales – habían venido saturándose antes de que apareciera la pandemia, agravando así las dificultades para encararla.
Es muy probable que nuestra especie superará finalmente a esta amenaza a su salud, sobre todo a partir del acceso masivo a vacunas de alta calidad. A partir de allí será inevitable escoger – activa o pasivamente – entre distintas opciones de salida al caos generado por la pandemia en todos los órdenes del sistema mundial. Algunas de ellas conducirán a una nueva versión de la normalidad anterior; otras, a normalidades nuevas, correspondientes a las transformaciones que van emergiendo en nuestro derredor sin llegar aún al punto de madurez.
El cambio no será súbito, sino gradual e irregular, como en todo proceso de transición entre fases distintas de un proceso civilizatorio. La transición entre la Edad Media y la Moderna – que condujo a la formación del sistema mundial – abarcó lo que fue de mediados del siglo XV a mediados del XVII. El paso de la fase colonial inicial a una de carácter internacional en el desarrollo de ese sistema se produjo a lo largo de la Gran Guerra de 1914 a 1945, y los primeros síntomas de deterioro de esa última fase empezaron a sentirse a mediados de la década de 1970.
Immanuel Wallerstein planteó en diversas ocasiones que estimaba que el sistema mundial había ingresado en una nueva fase de transición, que se extendería hasta mediados del siglo XXI. Así, dijo,
El período de transición de un sistema a otro es [uno] de grandes luchas, de gran incertidumbre, y de grandes cuestionamientos sobre las estructuras del saber. Necesitaremos primero que todo intentar comprender claramente que es lo que está sucediendo. Necesitamos después decidir en qué dirección deseamos que se mueva el mundo. Y debemos finalmente resolver cómo actuaremos en el presente para que las cosas se muevan en el sentido que preferimos. […] Las tareas ante nosotros son excepcionalmente dificultosas. Pero nos ofrecen, individual y colectivamente, la posibilidad de la creación, o al menos de contribuir a la creación de algo que pueda más plenamente nuestras posibilidades colectivas. 1
Quienes concibieron y organizaron la Ciudad hace veinte años probablemente coincidirían con lo esencial de este planteamiento La realidad nos ha enseñado que la Ciudad no fue creada para un mundo que era, sino para otros que emergían como posibilidades en el proceso de globalización. Nació para contribuir a la transición hacia el mundo que avizora nuestra visión: próspero, equitativo, sostenible y democrático. Eso hace, con todos y entre todos. El mundo que venga dirá del éxito de nuestro empeño.
Ciudad del Saber, Panamá, 25 de septiembre de 2020
Dr. Guillermo Castro, Asesor Ejecutivo de la Fundación Ciudad del Saber
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1. Al respecto, por ejemplo: Wallerstein, Immanuel (2005:122): Análisis de Sistemas- Mundo. Una introducción. Capítulo 5: “El sistema-mundo moderno en crisis: bifurcación, caos y opciones.” Siglo XXI, México.