
El saber de la Ciudad: Gente mirando a mañana
FundaciónLa Ciudad preguntó a grupo de sus claboradores sobre el mundo que esperaban llegar a ver más allá de la pandemia de COVID 19. Las respuestas se decantaron en dos direcciones principales. Por un lado, se hizo sentir una vertiente intimista, expresada en la esperanza de “un futuro lleno de familias, comunidades y países caminando y viviendo más despacio, más cercanos, más humildes.” Por otro, y en armonía con la primera, se hizo sentir una rica vertiente socio-ambiental, expresada en la necesidad de “trabajar para tener una nueva normalidad en la que le demos más importancia al bien común y a los sistemas que pueden hacer eso posible: sanidad, educación y trabajo digno para todas las personas”, incluyendo en ese bien común “el cuidado y respeto por nuestro hogar común: el planeta.”
Para ambas vertientes, además, la crisis abría “un nuevo camino de aprendizaje para todos, con políticas directas y efectivas para los sectores energéticos, productivos y del transporte; con compromisos reales por parte de grandes empresas y corporaciones; y con el despertar de la conciencia social y ambiental del individuo como consumidor responsable y ciudadano solidario”. Con todo, recorrer ese camino hacia un futuro próspero, inclusivo, sostenible y democrático como el que anima la visión de la Ciudad demanda comprender el pasado que ha venido a desembocar en nuestro presente.
Hoy, en efecto, vivimos en un sistema mundial en desarrollo desde hace unos 500 años, y sin paralelo con ninguna otra forma de organización anterior de la presencia humana en el Planeta desde hace al menos 10 mil años. Cualquier discusión sobre nuestro futuro, por tanto, se refiere a las opciones de transformación de ese sistema mundial a partir de la crisis que lo aqueja hoy, entendidas desde las funciones que Panamá ha venido desempeñando en el ese sistema desde el siglo XVI.
Esto último tiene una especial importancia, porque vivimos en tiempos en que ese sistema está ingresando a una fase nueva y más compleja de su desarrollo, a través del proceso al que usualmente llamamos “la globalización”. Un mundo que una vez estuvo organizado en imperios y monarquías, a los que siguieron un puñado de Estados con posesiones coloniales y, después, una numerosa comunidad de Estados nacionales, tiende ahora a organizarse en regiones económicas vinculadas por cadenas de valor articuladas por lo que algunos llaman “ciudades globales” – Panamá entre ellas, por cierto.
Esta transición, sin embargo, atraviesa por una fase de equilibrio inestable entre un viejo mundo que se resiste a la transformación, y uno nuevo que emerge, pero no está aún en capacidad de culminarla. Este es un fenómeno de transición, característico de todos los giros realmente decisivos en la historia humana, que afecta a nuestra especie en todos los planos de su existencia. En este sentido, por ejemplo, la pandemia constituye el aspecto inmediato más visible de una contradicción más profunda.
En efecto, la transición a una fase superior de integración de la Humanidad a escala planetaria implica, también, transitar hacia la civilización correspondiente a dicha fase, que no puede ser ni expresada ni desplegada de manera adecuada en el marco de la civilización que se agota. Aquí, el desafio mayor radica en que toda propuesta post COVID19 que no sea planteada en esta perspectiva de cambio para la transformación terminará convertida en un obstáculo para la marcha general del proceso global, y puede generar conflictos que dificulten llevarla a buen término.
Esta dificultad fue intuida por quienes advirtieron – ya a fines de la década de 1990 – la novedad histórica del proceso que vivimos. Las nuevas tecnologías que empezaban entonces a insertarse en la vida cotidiana, como las nuevas economías que empezaban a emerger en el mercado mundial, llevaron a mucho a hablar de una época de cambios. Otros, como el sociólogo vaso-panameño Xavier Gorostiaga, afirmaban en cambio que se trataba de un cambio de épocas. Y tenían razón.
Esto le otorga una especial importancia a las formas nuevas de organización para el desarrollo a través del cambio social que han venido surgiendo en nuestro entorno a lo largo de los últimos 20 años, la propia Ciudad entre ellas. Desde la experiencia de esas organizaciones – como el Instituto Gorgas y el INDICASAT en el campo de la ciencia, o los Centros Regionales de Competitividad en el de la gestión empresarial regional, por utilizar ejemplos bien conocidos – empieza a tomar forma una nueva mirada sobre el país, sus problemas y su futuro.
Convertir esa experiencia en conocimiento, y hacer de esa mirada una herramienta de crítica constructiva y solidaridad activa, son tareas imprescindibles para hacer de la innovación un medio de cambio social. Veinte años atrás, la Ciudad pudo parecer una golondrina solitaria, que anunciaba un verano de utopías. Hoy es parte de un país que se renueva, y que aspira a hacer del cambio un medio de transformación que convierta en realidades las aspiraciones que nuestros colaboradores comparten con lo mejor de la nación a la que sirven.
Ciudad del Saber, Panamá, 24 de abril de 2020
Dr. Guillermo Castro, Asesor Ejecutivo de la Fundación Ciudad del Saber