El saber de la Ciudad: El lenguaje de la Ciudad

Fundación

“Por la confusión de los términos
se confunden los hombres.
No hay que estar a las palabras,
sino a lo que está debajo de ellas”.

José Martí [1]

El lenguaje es, al mismo tiempo, la forma material de la conciencia y una extraordinaria herramienta para forjarla. En efecto, a medida que la conciencia va siendo adquirida por la experiencia compartida y el estudio individual se va torna a un tiempo más clara porque se hace más compleja, y estimula la formación de un lenguaje de claridad equivalente, que permita ver y valorar lo que está debajo de las palabras.

Tan es así, que cuando no se ha adquirido aún el lenguaje que demanda una tarea, se adopta el correspondiente a otra, distinta pero cercana y más usual en nuestra vida cotidiana. Eso es útil, porque facilita poner en marcha una organización innovadora, y desarrollarla mientras va traduciendo en conciencia la experiencia que gana y el lenguaje adecuado para expresarla.

Este camino no se recorre mediante la mera creación de palabras nuevas, o la adopción y adaptación de expresiones de otras lenguas. Esas son apenas andaderas para el lenguaje que nace, cuyo éxito solo se hace evidente en la medida en que consigue comunicarnos con nuestro entorno, para cambiarlo y cambiar con él. En la experiencia de la Ciudad, por ejemplo, una de esas andaderas es el término “glocal”, que intenta sintetizar las relaciones de interdependencia vez más estrechas entre las realidades locales en que se sintetiza para cada sociedad del mundo el extraordinario proceso de transición entre épocas distintas al que llamamos la “globalización”.

Lo fundamental, aquí, es que un lenguaje propio solo se desarrolla en la medida en que se va cargando de futuro, hasta alcanzar la capacidad de expresar una visión del mundo al que se aspira, y definir la misión que nos oriente en la tarea de acercarnos a ella. Por eso mismo, la tarea de no estar a las palabras “sino a lo que está debajo de ellas” significa sobre todo comprender ese proceso a lo largo del tiempo.

Hoy podemos decir que la Ciudad nació para un tiempo que venía, y ha contribuido a hacer de ese tiempo una realidad en curso. Para comprender esto en toda su riqueza, basta ver y comparar los lenguajes utilizados para la Ciudad y por ella en su interacción con su entorno glocal a lo largo de veintidós años.

El Contrato-Ley que le dio a la Ciudad su forma inicial y definió su relación con el Estado estaba organizado en lo fundamental en torno a objetivos académicos, a los que se agregó el de establecer un tecnoparque en Panamá. Ese segundo objetivo adquirió una importancia cada vez mayor durante los primeros cinco años de actividad de la Ciudad, en que fueron empleadas con mucha frecuencia metáforas como la del buque de tres hélices – academia, empresa, gobierno -, o la de la incubación de empresas.

Aquel fue un tiempo de comillas, durante el cual no existía aún el lenguaje adecuado para explicar la Ciudad a otros, y se recurría a menudo a explicarla a partir de lo que no era: ni una universidad, ni un parque empresarial, ni un complejo de organismos y ONGs internacionales, sino todo eso y más. Aun así, la Ciudad no estaba sola, y evolucionaba junto a su entorno glocal, en el que se iban multiplicando organismo y organizaciones de nuevo tipo, como el Instituto de Investigaciones Científicas Avanzadas, y el Centro de Competitividad de la Región Occidental de Panamá, entre otros.

De este modo, la interacción con la realidad glocal llevó a una transformación en la Ciudad y su lenguaje, en la cual el universo conceptual de la actividad cultural, primero, y de la innovación tecnológica y organizacional, después, pasaron a desempeñar un papel de importancia cada vez mayor. Esto facilitó el desarrollo de las relaciones de colaboración de la Ciudad con otras entidades, abriendo caminos nuevos para el desarrollo de programas de intercambio científico y académico con universidades del exterior, y de colaboración con entidades universitarias, sociales, estatales y empresariales del país.

Con todo, quizás el logro mayor ha sido el del incremento de la capacidad de la Ciudad para comprender y encarar en términos nuevos a su propio entorno. Un ejemplo entre muchos ha sido el análisis de los problemas asociados al emprendimiento en países cercanos a partir de marcos de referencia elaborados para otras sociedades [2]; otro, la generación de actividades para crear nuevos nichos de mercado, como el de las industrias culturales, o el desarrollo de capacidades de prospectiva que nos permiten encarar nuestras opciones de futuro desde una comprensión cada vez más rica y compleja de nuestra visión, nuestra misión y de nuestras capacidades y necesidades.[3]

En su proceso de formación y evolución, nuestro lenguaje ha adquirido ya capacidades insospechadas para sostener su propio desarrollo. Y eso es un logro de tan grande importancia, que ya (casi) podemos decir de las posibilidades de la Ciudad para expresar la creciente complejidad de su conciencia lo que alguna vez dijo José Martí de su poesía:

«¡Verso, nos hablan de un Dios
Adonde van los difuntos:
Verso, o nos condenan juntos,
O nos salvamos los dos!»
 [4]

Ciudad del Saber, Panamá, 6 de noviembre de 2020
Dr. Guillermo Castro, Asesor Ejecutivo de la Fundación Ciudad del Saber

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1. “Autonomismo e independencia”. Patria, Nueva York, 26 de marzo de 1892. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. I: 355.

2. Collazos, Cristina y Fernández, Mónica (2020) “How has business incubation changed? New models for supporting entrepreneurs in LATAM.” Centro de Innovación de la Ciudad del Saber.

3. Este proceso ha ido adelantando de tal manera que demanda ya la elaboración de un glosario nuestro, que será también un insumo de la mayor importancia para la historia de sí misma que la Ciudad ya demanda.

4. Versos Sencillos, XLVI. 

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